Fiesta de 15 años a los 70: abuelitas cumplen el sueño de su juventud

Publicado: 25 oct 2025, 10:50 GMT-5|Actualizado: hace 6 horas
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BOGOTÁ (AP) — A sus 72 años, Rosalba Casas vivió el sueño de su juventud al vestir un traje vaporoso rosa y una tiara de princesa para celebrar después de décadas la fiesta de 15 años que añoraba.

“En este momento estoy celebrando el día más feliz porque estoy en mis 15”, aseguró a The Associated Press Casas, quien pasó la noche anterior en vela de pensar en la celebración.

Fue la primera vez que usó maquillaje profesional, traje de gala y que subió a una limusina junto a otras 28 adultas mayores que fueron escogidas por la Fundación Sueños Hechos para celebrar la fiesta colectiva.

La limusina recorrió las calles del noroccidente de Bogotá a plena luz del día con música bailable, mientras las abuelas se asomaban emocionadas por el techo descubierto del vehículo para saludar a los transeúntes que, al verlas, las grababan con sus celulares.

“Nunca había montado en algo así, siempre las veía en fotos, pero nunca me imaginé que iba a estar ahí”, dijo Casas. “A todo el mundo le daba besos”, contó entre risas.

Una fiesta impensable

Las abuelas que acudieron a la fiesta colectiva tuvieron en común una adolescencia con carencias económicas. No sólo era impensable una fiesta pomposa, sino cualquier otra celebración.

Casas recuerda que en su cumpleaños número 15 no recibió ninguna felicitación. Fue un día de trabajo usual como empleada doméstica en la casa de una familia adinerada de Bogotá, en la que también trabajaba su mamá.

La historia fue similar para María Isabel Carmona, de 71 años, quien recuerda que la celebración consistió en un desayuno especial: chocolate y huevo frito.

“Mi madre era muy pobre, éramos hartos (bastantes) hijos y pues vivíamos en un pueblo y no había con qué (celebrar)”, explicó a la AP Carmona mientras la maquillaban en una academia de belleza que dona sus servicios para las abuelas quinceañeras.

Para ellas no existió en su juventud el ritual típico que indica el paso de niña a joven, como se entiende la tradicional celebración de 15 años en Colombia y otros países de Latinoamérica.

Tiempo de vals

Las 29 adultas mayores descendieron de la limusina por una alfombra roja hasta un salón comunal, donde policías vestidos de gala alzaron su sable haciendo una calle de honor a las quinceañeras.

De fondo sonaba una canción emotiva de quinceañeras: “tan rápido, ya 15 años, no puede ser... por favor, no crezcas más”.

El ritual de los 15 años se cumplió completo. Las abuelitas tuvieron cambio de zapatillas, que por su edad fueron tenis, y luego fueron llamadas a bailar el vals. Las acompañaron primero los policías y luego sus esposos, hijos y nietos.

“Cuando bailé el vals fue muy lindo, algo mágico... que quedará en mi memoria hasta mi vejez”, relató tras bailar el vals Angie Paola Sáenz Casas, hija de Rosalba. “Con los 15 años de mi mami ya estaría el sueño cumplido también para mí”, aseguró, dado que ella tampoco tuvo fiesta porque los recursos escaseaban para su madre cabeza de hogar.

Un centenar de abuelitas quinceañeras

Freddy Alfonso Páez, director de la Fundación Sueños Hechos y policía retirado, aseguró a la AP que desde hace cinco años celebran los 15 años para las adultas mayores y han beneficiado a 128 mujeres.

El proyecto inició con las celebraciones de 15 años para niñas de escasos recursos y se extendió a las adultas cuando pensaron en que otras mujeres, como su propia madre, que no celebraron la tradicional fiesta en su juventud.

Las 29 mujeres, entre 60 y 85 años, fueron escogidas en una convocatoria abierta por la fundación en redes sociales.

“Hay muchas que tienen diferentes circunstancias por los años, algunas con diabetes, temas del corazón, alguna dolencia en una pierna, en la cadera; pero cuando llega el momento (de la fiesta) a ellas se les olvida y disfrutan”, aseguró Páez, quien creó la fundación junto a dos de sus hermanos policías.

La Fundación Sueños Hechos celebra la fiesta colectiva cada año con ayuda de patrocinadores que donan la limusina, la comida y hasta los vestidos, y recibe apoyo de la policía, cuyos agentes sirven de edecanes para las abuelas.